Robe Iniesta: la poesía que seguirá sonando

   

 




          



Robe Iniesta: la poesía que seguirá sonando

Hoy el día ha amanecido torcido. Al levantarme me he enterado de la muerte de Robe Iniesta, uno de los músicos del rock patrio que más me ha tocado en estos últimos años. No era solo su voz ni su manera de componer: era esa forma de desgarrar la vida en versos que parecían escritos desde un lugar incómodo, vulnerable y auténtico. Siempre había algo en sus letras que me hablaba a mí, directamente, sin filtros.

La última vez que trajimos a Robe al blog fue el 29 de abril, en aquel post sobre Se nos lleva el aire, donde comentábamos cómo la poesía podía levantarse incluso entre las ruinas. Quien quiera revisarlo puede hacerlo aquí:
(https://rockpopotrasfinashierbas.blogspot.com/search?q=Robe+%E2%80%93+Se+nos+lleva+el+aire%3A+cuando+la+poes%C3%ADa+se+alza+entre+las+ruinas)

Hoy Robe nos dice adiós… o quizá hasta siempre. Porque su música, su manera de mirar y entender el mundo, su poesía eléctrica y frágil, seguirán con nosotros. Uno de los discos que más he disfrutado en los últimos años —de esos que escucho una y otra vez— fue Mayéutica. Lo viví como uno de sus momentos más hondos y reveladores.

Y hoy, después de su marcha, vuelvo a él.


           

La mayéutica de lo que duele

Robe siempre tuvo ese punto de locura, ensoñación, rebeldía, poesía y filosofía… aunque él mismo ironizara:

“Mierda de filosofía
Me iría, me ahoga…”

En Mayéutica buscaba respuestas como quien saca chispas de una piedra. Preguntaba al mundo, pero también a sí mismo:

“Dime si tú te vendrías
Y el día y la hora…”

Y también estaban ahí esas ideas revolucionarias, tan suyas, tan vividas:

“Buscando la manera de hacer revoluciones
Pasé la vida entera tocando los cojones.
Tener un ideario y perder las convicciones,
Volver a lo primario…”

Robe era muchas cosas, pero también —qué sorpresa para algunos, qué evidente para otros— era un romántico, capaz de escribir:

“Siento que me estremezco
Solo de estar contigo, respirando el mismo aire.”

O ese verso que suena hoy más fuerte que nunca:

“Todo me sabe diferente…
He perdido la cabeza
Y la he perdido tantas veces que perdí la cuenta.”


Después de la catarsis, la claridad

Como él decía, después de romperse siempre había una salida, un pequeño renacer:

“No quedan sombras del pasado
Desde que te has acercado
Ahora todo es claridad.”

Esa luz que llega después de la tormenta, esa sensación de que lo malo se disipa:

“Ni quedan puertas cerradas,
Ni nada que derribar.”

Y aunque hoy nos toque la pena, también resuena en su voz esa esperanza que nunca dejó de colarse entre sus acordes:

“Hoy tal vez el viento sople a mi favor
Y me empuje, me eleve y me lleve y me lleve…”

Porque Robe era viento y era empuje. Era esa canción que te encuentra cuando caminas, cuando no la buscas:

“Voy caminando, y de cuando en cuando, encuentro una canción
Que me empuja, me eleva y me lleva y me lleva.”

              


El dueño de nada, el dueño de todo lo que nos deja

Robe escribió:
“Yo no soy el dueño de mis emociones.”

Y precisamente por eso sus canciones nos siguen tocando. Porque él dejaba las puertas abiertas, las ventanas sin cerrar:

“Por si vuelve a aparecer…
Y dejo las canciones sin final
Porque no puedo saber cómo acaba el cuento.”

Hoy, en este adiós triste y luminoso, entendemos que él también nos dejó las suyas sin final, para que las sigamos completando.


             

Hasta siempre, Robe

Te vas, pero tu música se queda.
Tus versos seguirán empujándonos, elevándonos y llevándonos.
Hoy te lloramos, pero también te celebramos.

Porque fuiste eso:
poesía, ruido, herida, revolución, ternura, locura y verdad.

Hasta siempre, Robe.

Tu mayéutica seguirá sonando.

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