Descubrí a Duncan Chisholm por pura casualidad, como suelen llegar a mí algunos de los más grandes descubrimientos musicales. Seguramente escuché algún tema suyo en un momento fugaz, sin saber de quién se trataba, pero la sensación que me dejó fue lo suficientemente fuerte como para buscarlo. Fue así como di con Sandwood, su disco de 2018, una obra que me atrapó desde el primer instante.
Duncan Chisholm es un virtuoso del violín y un compositor excepcional, nacido en Inverness, Escocia, el 31 de octubre de 1968. Con una carrera que abarca desde la década de 1980 hasta la actualidad, Chisholm ha dejado una huella imborrable en la música folk y folk rock. Es conocido por su trabajo en la banda Wolfstone, con la que fue pieza clave en el desarrollo del folk-rock escocés de los años 90. También ha colaborado con artistas como Julie Fowlis, Runrig, Galileo, y ha formado parte habitual del círculo musical relacionado con el renacimiento cultural gaélico.
Pero es en su faceta como solista donde realmente brilla. Su discografía incluye joyas como Farrar (2008), Affric (2012) y, por supuesto, Sandwood (2018), que forman una trilogía inspirada en los paisajes de las Tierras Altas. Estos trabajos son profundamente personales, casi espirituales, concebidos como una forma de rendir homenaje a la naturaleza y la identidad cultural de Escocia.
Duncan Chisholm es un músico que no solo interpreta, sino que narra historias con el violín. Su forma de tocar es pura expresión: un equilibrio perfecto entre una técnica impecable y una sensibilidad capaz de evocar emociones intensas. Su sonido se caracteriza por el uso de melodías fluidas, frases largas que parecen respirar y una calidez que envuelve al oyente desde la primera nota.
Sandwood: un disco con alma de paisaje
Sandwood es un viaje sonoro que te transporta a paisajes remotos, a costas azotadas por el viento y valles cubiertos de niebla. El disco está inspirado en Sandwood Bay, una de las playas más aisladas y salvajes del noroeste de Escocia, accesible únicamente tras una caminata de varios kilómetros. Chisholm explicó en varias ocasiones que este lugar representa para él un espacio de reflexión, libertad y conexión profunda con el entorno natural.
La atmósfera del álbum tiene un carácter casi cinematográfico, en parte gracias a los arreglos minimalistas pero cuidadosamente trabajados, y en parte por la belleza melódica que caracteriza su música. No se trata solo de un disco de folk celta, sino de una obra que captura la esencia misma de la naturaleza en forma de música. Cada pieza tiene un peso emocional propio, inspirado en historias reales, leyendas locales o simplemente sensaciones provocadas por ese rincón remoto del mundo.
Momentos memorables
Uno de los momentos cumbre de Sandwood es la combinación de North to Cape Wrath / The Dark Reel, dos temas que se funden en un viaje único.
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North to Cape Wrath abre con una melancolía serena, como si el violín describiera la soledad de esos acantilados extremos del norte escocés. La melodía es contemplativa, amplia, llena de aire.
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The Dark Reel irrumpe después con energía y dinamismo, recordándonos que la tradición musical escocesa también es celebración, movimiento y vitalidad. La transición es magistral, un verdadero ejemplo del talento narrativo de Chisholm.
Otro dato interesante es que el álbum incluye colaboraciones con músicos como Jarlath Henderson y Hamish Napier, cuyos arreglos de flauta, guitarra o uilleann pipes enriquecen el paisaje sonoro del disco sin nunca eclipsar el protagonismo del violín.
Una revelación personal
Escuchar este disco fue una revelación para mí. La frescura y la pureza de la música de Duncan Chisholm me encandilaron al instante, y desde entonces, su violín forma parte de mi mundo sonoro. Sandwood no es solo un disco: es una experiencia, un testimonio del poder evocador de la música bien hecha. Es uno de esos álbumes que no solo se escuchan, sino que se sienten; que te acompañan, que te invitan a viajar sin moverte del lugar.
Si la música tiene la capacidad de abrir puertas a otras realidades, Sandwood es la llave a un rincón remoto, hermoso y profundamente humano de Escocia.
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