El Bolero de King Crimson: Una Joya Olvidada en el Laberinto de Lizard



          


🦚 El Bolero de King Crimson: Una Joya Olvidada en el Laberinto de Lizard

En el vasto y enigmático universo del rock progresivo, pocas bandas han logrado tejer tapices sonoros tan intrincados y evocadores como King Crimson. Fundada en 1968 por el visionario guitarrista Robert Fripp, la agrupación británica se erigió como pionera de un género que fusionaba jazz, rock y elementos clásicos en composiciones audaces y desafiantes.

Dentro de su discografía, el álbum Lizard (1970) representa un hito de experimentación, y en su corazón late una pieza instrumental de belleza etérea: “Bolero – The Peacock’s Tale”. Esta canción, a menudo eclipsada por los himnos más estridentes de la banda, merece un análisis profundo por su elegancia sutil y su contribución al legado crimsoniano.

Lizard surgió en un momento turbulento para King Crimson. Tras el éxito arrollador de su debut In the Court of the Crimson King (1969) —que definió el sonido del prog rock con temas como “21st Century Schizoid Man”—, la banda enfrentaba tensiones internas. El cantante Greg Lake y el baterista Michael Giles abandonaron el grupo poco después de grabar el primer disco, dejando a Fripp y al letrista Peter Sinfield al frente de un proyecto ambicioso pero inestable.

Grabado en Londres con un elenco rotatorio de músicos invitados, Lizard se convirtió en un collage sonoro: jazz improvisado, coros operísticos y pasajes instrumentales que evocan paisajes medievales y batallas épicas.

Bolero” forma parte de la suite homónima que ocupa la segunda cara del álbum original, una narrativa conceptual inspirada en un poema de Sinfield sobre un príncipe guerrero en un mundo de intrigas cortesanas. La suite se divide en secciones fluidas:

  • “Prince Rupert Awakes” (un despertar lírico con la voz de Jon Anderson de Yes),

  • “Bolero – The Peacock’s Tale” (el núcleo instrumental),

  • “The Battle of Glass Tears” (con subsecciones como “Dawn Song” y “Prince Rupert’s Lament”),

  • y “Big Top” (un cierre circense).

Esta estructura épica, que dura más de 23 minutos, refleja la influencia de Maurice Ravel —cuyo famoso Bolero de 1928 inspira el título y el pulso rítmico repetitivo—, pero adaptado a un contexto rockero y jazzístico.


🦚 Bolero – The Peacock’s Tale: un desfile sonoro de plumas y misterio

En el corazón del álbum Lizard (1970), King Crimson nos regala una joya instrumental que parece surgir de un sueño barroco: “Bolero – The Peacock’s Tale”. No es una canción en el sentido tradicional, sino un pasaje dentro de una suite más amplia, una escena sin palabras que se despliega como las plumas de un pavo real bajo la luz del sol.

Desde los primeros compases, la música avanza con la cadencia hipnótica de un bolero reinterpretado por alquimistas del rock progresivo. No hay voz humana, pero cada instrumento parece contar una historia. La percusión marca un paso elegante, casi ceremonial, mientras los vientos y metales pintan arabescos en el aire, como si describieran el plumaje iridiscente de un ave mítica.

El título no es casual: The Peacock’s Taleel cuento del pavo real— sugiere una narrativa visual, un desfile de belleza y vanidad, de orgullo y misterio. La música no necesita letra porque cada nota es una pincelada en un lienzo sonoro. El bolero, aquí, no es el latino de amores perdidos, ni el de Ravel con su crescendo obsesivo, sino una criatura nueva: un híbrido entre jazz de cámara, música clásica y psicodelia británica.

Esta pieza forma parte de la suite “Lizard”, una obra ambiciosa que mezcla poesía, sátira y virtuosismo instrumental. En su versión remasterizada de 2025 —el Elemental Mix producido por David Singleton—, “Bolero – The Peacock’s Tale” brilla con una claridad renovada. Cada instrumento encuentra su espacio, y el oyente puede perderse en los detalles: un oboe que susurra, una trompeta que se eleva como un canto de sirena, un ritmo que se desliza como seda sobre mármol.

Escuchar esta pieza es como asistir a un ballet sin bailarines, donde la coreografía la dicta la imaginación. Es una invitación a cerrar los ojos y dejarse llevar por un cuento sin palabras, donde el protagonista es un pavo real que no necesita hablar para deslumbrar.




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