Kathryn Tickell – The Water of Tyne: tradición, alma y paisaje sonoro del norte

 




Kathryn Tickell – The Water of Tyne: tradición, alma y paisaje sonoro del norte

Hay artistas que no solo interpretan música, sino que parecen haber nacido de ella, como si su existencia y la del sonido estuvieran entrelazadas desde siempre. Kathryn Tickell es uno de esos casos especiales. Nacida en 1967 en Northumberland, al noreste de Inglaterra, Kathryn creció rodeada de las melodías ancestrales y las historias del folclore local. Desde temprana edad, desarrolló una conexión profunda con los sonidos de su tierra, en especial con las Northumbrian smallpipes —una gaita pequeña y delicada con un timbre casi mágico— y el violín, que se convertirían en sus instrumentos de expresión más íntima.

Influenciada por su padre, el también músico Mike Tickell, Kathryn comenzó a actuar en público siendo aún adolescente. A los 17 años ya había grabado su primer disco, y pronto se consolidó como una de las grandes defensoras e innovadoras de la música tradicional británica, llevando su sonido más allá de las fronteras del folk, y colaborando con artistas tan diversos como Sting, Penguin Café Orchestra o Evelyn Glennie.

 The Water of Tyne: una obra lírica y emocional 

Publicado en el año 2000, The Water of Tyne es uno de los discos más personales y atmosféricos de Tickell. El título remite al río Tyne, arteria vital de Northumberland, pero también símbolo de memoria, distancia y pertenencia. Este álbum no solo recoge melodías tradicionales, sino que las recrea con una delicadeza y profundidad emocional únicas. Aquí, la música fluye como el propio río: suave, introspectiva, con momentos de luz y sombra. La instrumentación, a menudo contenida, permite que el oyente se sumerja en un espacio de evocación y contemplación. Entre sus colaboraciones más emotivas destaca la participación de Hannah Rickard, cantante de voz clara y expresiva, cuya interpretación aporta un tono íntimo y conmovedor a varias canciones del álbum. Especialmente memorable es su presencia en la canción “The Water of Tyne”, donde su voz encarna la nostalgia y la pena con una ternura devastadora. Rickard y Tickell logran una fusión perfecta entre voz y melodía, creando un momento suspendido en el tiempo que toca fibras muy profundas.



           


           

Un paisaje hecho sonido

Escuchar este álbum es como abrir una ventana al campo norteño: se sienten los vientos fríos, los cielos amplios, las voces antiguas que aún resuenan en las colinas. The Water of Tyne no es solo una recopilación de canciones; es una experiencia emocional, una invitación a recordar, a habitar otra forma de tiempo, otro ritmo.

Kathryn Tickell logra aquí lo que pocos músicos consiguen: fundir lo ancestral con lo contemporáneo sin perder ni un ápice de autenticidad. Es música que conforta y a la vez interroga, que emociona sin dramatismo, que permanece.

               

Una artista con alma de guardiana

A lo largo de su carrera, Tickell ha recibido múltiples reconocimientos, como el MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico) por sus servicios a la música tradicional. También ha fundado proyectos educativos y colectivos para jóvenes músicos, como el conjunto Folkestra, con la intención de preservar y renovar el legado musical de su región.

 

Pero más allá de los premios, lo que define a Kathryn es su sensibilidad: la forma en que sus notas parecen hablarnos de cosas esenciales —la tierra, la pérdida, el amor, el paso del tiempo—. Y The Water of Tyne es una de sus obras más bellas, un disco que invita al recogimiento y a la escucha lenta, como quien regresa a casa después de un largo viaje.







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