Robert Reed: el artesano celta del rock progresivo
Robert Reed, multi instrumentista, compositor y productor galés nacido en 1968, es uno de los artistas más interesantes del rock progresivo contemporáneo. Reconocido por su virtuosismo, sensibilidad melódica y respeto por las raíces del género, ha desarrollado una carrera rica y diversa tanto en solitario como al frente de importantes proyectos como Magenta, Cyan y Trippa.
Inspirado desde joven por figuras como Mike Oldfield, Yes, Genesis y Renaissance, Reed ha sabido crear un universo propio que combina elementos sinfónicos, folk celta y estructuras narrativas complejas, todo bajo un enfoque profundamente emocional y cinematográfico.
Magenta y otros proyectos
En 1999, Reed fundó Magenta, banda con la que alcanzó notoriedad dentro del panorama progresivo. Acompañado de Christina Booth en la voz principal y Chris Fry en la guitarra, Magenta fusiona influencias clásicas del prog con un sonido fresco y accesible. Álbumes como Revolutions (2001), Seven (2004) y Metamorphosis (2008) muestran su capacidad para la composición épica sin caer en la grandilocuencia gratuita.
Antes de eso, Reed también participó en proyectos como Cyan (donde ya mostraba una enorme capacidad melódica) y Trippa, junto a la propia Booth.
El legado de Mike Oldfield: Sanctuary y más allá
El amor de Reed por la música de Mike Oldfield lo llevó a emprender un ambicioso proyecto solista: la trilogía Sanctuary. Publicados entre 2014 y 2018, estos discos son un homenaje al estilo de Tubular Bells, donde Reed toca casi todos los instrumentos, construyendo paisajes sonoros envolventes, nostálgicos y mágicos.
Su obra fue bien recibida por la crítica y el público, consolidándolo como un artista capaz de recuperar la esencia del prog clásico sin caer en la imitación, sino revitalizándola con nuevas texturas y producción moderna.
The Ringmaster: una fantasía instrumental en dos actos
Con The Ringmaster, dividido en dos volúmenes publicados en 2021 y 2022, Robert Reed llevó aún más lejos su lenguaje musical. Esta obra conceptual gira en torno a un personaje mítico que navega entre la luz y la sombra, entre el mundo real y el imaginario. El resultado es una travesía sonora fascinante, que mezcla melodías celtas, pasajes orquestales y pasajes de folk progresivo con una narrativa instrumental que atrapa de principio a fin. Los discos están construidos con una mezcla perfecta de instrumentos acústicos y eléctricos, que generan paisajes que oscilan entre lo cinematográfico y lo íntimo, entre la pomposidad barroca y la ternura folk.
Los discos cuentan con la colaboración de músicos como Les Penning (flautas, narraciones) y Simon Phillips (batería), y mantienen ese equilibrio entre lo técnico y lo emotivo que caracteriza a Reed.
La pieza “The Ringmaster Part Two”, que da título y cierre al segundo volumen del álbum homónimo de Robert Reed, es una obra instrumental que sintetiza toda la riqueza sonora, emocional y conceptual del proyecto. Si el álbum puede considerarse un viaje místico y narrativo, esta canción es el clímax: el momento en el que convergen luz y oscuridad, lo etéreo y lo humano.
Desde sus primeros compases, “The Ringmaster Part Two” despliega un motivo melódico claro, interpretado con piano y la voz de Angharad Brinn , que actúa como leitmotif y núcleo emocional de la composición . Esta melodía sencilla es el punto de partida para una transformación constante .
El tema avanza en movimientos sucesivos, en los que se alternan pasajes suaves con otros más intensos, reflejando una estructura similar a una suite clásica. Las transiciones están construidas con una fluidez impecable, sin rupturas, como si cada segmento fuera un capítulo de una historia que se va revelando lentamente.
Una de las mayores virtudes de la canción es su instrumentación. Reed toca la mayoría de los instrumentos, y se nota el control absoluto sobre la paleta sonora. La guitarra eléctrica, siempre melódica, nunca busca protagonismo por la vía de la velocidad, sino que dialoga con teclados, cuerdas y flautas en un equilibrio perfecto.
La percusión, sutil al principio, crece en intensidad hacia la mitad de la pieza, con el aporte dinámico de Simon Phillips, que aporta profundidad y músculo sin caer en excesos.
La producción es cristalina, con cada instrumento perfectamente ubicado en el espacio estéreo, lo que permite una experiencia inmersiva. Es un tema para escucharse con auriculares y dejarse arrastrar.
Aunque es imposible no detectar la influencia de Mike Oldfield (particularmente de obras como Ommadawn y Hergest Ridge), Reed evita la imitación directa. Aquí, la herencia se transforma en inspiración: los pasajes celtas, las cadencias pastorales, los crescendos orquestales son guiños respetuosos a un estilo, pero la voz de Reed es propia, y está cargada de emoción contemporánea.
El clímax llega hacia los últimos minutos, cuando la guitarra eléctrica toma protagonismo y la sección rítmica crece en intensidad. El tema se convierte entonces en un himno, una celebración del viaje recorrido. Y justo cuando uno espera una gran explosión final, Reed hace lo contrario: lleva la música de regreso a la calma, con un cierre minimalista en piano y flauta, como si el ciclo se reiniciara o la historia se durmiera en paz.
“The Ringmaster Part Two” es más que una canción: es un cierre emocional y conceptual que encapsula toda la visión artística de Robert Reed. Su capacidad para construir atmósferas, narrar sin palabras y hacer vibrar el alma a través del detalle instrumental lo colocan como un creador excepcional dentro del panorama progresivo actual.
Es una pieza para perderse, para escucharse más de una vez, descubriendo cada vez nuevas capas y matices. Un viaje sonoro que, como los mejores cuentos, deja eco mucho después de terminar.

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