Recuerdo la primera vez que puse A Trick of the Tail en el reproductor , su disco anterior The Lamb Lies Down On Broadway era el mejor disco de Genesis que había escuchado hasta la fecha , un álbum que había oído hasta la saciedad y me sabía sus canciones de principio a fin , además Peter Gabriel había dejado el grupo para emprender su carrera en solitario lo cual me dejaba muchas dudas . ¿Podrían sobrevivir sin esa voz y esa presencia? Cuando empezó a sonar "Dance on a Volcano", todas mis dudas se desvanecieron. No solo seguían vivos; habían encontrado una nueva chispa. Phil Collins tomando el micrófono no fue un reemplazo forzado, sino una evolución natural que me sorprendió y me enganchó desde el primer compás.
A Trick of the Tail tiene algo especial: es un puente entre el Genesis progresivo de los 70 y este nuevo Genesis más accesible, pero sin venderse. Las canciones están llenas de esa creatividad desbordante que amo de la banda. "Entangled", por ejemplo, me transporta con sus armonías suaves y esa atmósfera casi de cuento de hadas que Steve Hackett y Tony Banks tejen juntos; es como si flotara en un sueño extraño. Luego viene "Squonk", con ese ritmo potente y la historia de esa criatura mitológica que llora hasta disolverse —típico de Genesis, convertir algo raro en algo hermoso—. Y no puedo olvidarme de "Ripples", una balada que me parte el alma cada vez que la escucho, con esas letras sobre el paso del tiempo que me hacen mirar mi propia vida.
Lo que más me fascina del disco es cómo lograron mantener su esencia sin Gabriel. Phil Collins no intentó imitarlo; trajo su propia calidez y energía, y eso le dio al álbum un aire fresco. Las capas de teclados de Tony Banks, los solos de guitarra de Hackett que cortan como cuchillos, y el bajo de Mike Rutherford sosteniendo todo —cada uno puso lo mejor de sí. Cuando escucho el cierre con "Los Endos", ese instrumental que explota y mezcla temas del disco, siento que es una declaración: "Seguimos siendo Genesis, y estamos aquí para quedarnos".
Para mí, A Trick of the Tail no solo es una respuesta a los que dudaban de la banda; es una joya por derecho propio. No tiene la excentricidad de The Lamb Lies Down on Broadway, pero no le hace falta. Es un disco más íntimo, más melódico, y a la vez lleno de esa imaginación que hace que Genesis sea tan único. Cada vez que lo pongo, me maravillo de cómo transformaron una crisis en un triunfo. Si alguien me pregunta cuál es mi Genesis favorito, siempre digo que The Lamb Lies Down On Broadway pero que este álbum tiene un lugar especial en mi corazón —es la prueba de que, incluso en la tormenta, el talento puro encuentra su camino.
Hay canciones que te atrapan desde la primera escucha, y luego está "Ripples", que se cuela en tu cabeza poco a poco hasta que no puedes sacártela de tu mente. La primera vez que la oí en A Trick of the Tail, no estaba preparado para lo que me iba a hacer sentir. Arranca con esa guitarra acústica suave de Steve Hackett, tan delicada que parece susurrarte, y luego entra la voz de Phil Collins, cálida y vulnerable, cantando sobre el paso del tiempo y cómo nos va cambiando. "Bluegirls come in every size, some are wise and some otherwise" —esas primeras líneas ya me pintaron una imagen, como si estuviera viendo a esas chicas frente a un lago, dejando ondas en el agua mientras la vida se les escapa.
Lo que me mata de "Ripples" es cómo Genesis toma un tema tan universal —el envejecimiento, la pérdida de la juventud— y lo envuelve en una melodía que es a la vez hermosa y melancólica. Tony Banks mete esos teclados que flotan como niebla, y cuando llega el estribillo, "Sail away, sail away", siento un nudo en la garganta. Es como si te estuvieran diciendo adiós, pero no a alguien, sino a una parte de ti mismo que ya no puedes recuperar. La segunda voz de Mike Rutherford en armonía con Collins le da una capa extra de tristeza, y luego Hackett suelta ese solo de guitarra hacia el final que es puro sentimiento —no es agresivo, es como un lamento que se desvanece en el aire.
"Ripples" es como un respiro entre la energía de "Dance on a Volcano" y la rareza de "Squonk". Es el momento en que el disco se detiene y te obliga a mirar adentro. Phil Collins la canta con una ternura que no había mostrado tanto antes, y creo que ahí se nota cuánto aportó al alma de la banda tras la salida de Gabriel. No es un tema que grite por atención, pero una vez que te atrapa, no te suelta. Cada vez que la pongo, me quedo en silencio después, dejando que esas últimas notas de piano se apaguen. "Ripples" no es solo una canción; es un espejo, y para mí, una de las joyas más brillantes de Genesis.
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