Anthony Phillips - Slow Dance - Slow Dance Part 1





       

 

Uno de los músicos más infravalorados que he tenido la fortuna de descubrir es, sin duda, Anthony Phillips, el primer guitarrista de Genesis. Su salida del grupo debido a problemas de ansiedad y miedo escénico marcó no solo su vida, sino también su carrera musical. Quizás por eso su nombre no resuena tanto como el de otros miembros de Genesis, pero quienes hemos seguido su trayectoria sabemos que Anthony es un genio en su propio estilo, aunque destinado a ser una figura de culto.

A pesar de sus dificultades, Phillips nunca dejó de crear. En lugar de buscar los focos o las listas de éxitos, optó por un camino más discreto, componiendo y ofreciendo pequeños conciertos en salas íntimas. Su carrera en solitario ha sido un viaje lleno de experimentación, donde la búsqueda artística siempre ha estado por encima de la comercialidad. Dentro de esta exploración, ha creado una verdadera obra maestra que merece ser conocida por todos los amantes de la música instrumental: Slow Dance.

 Lanzado en 1990, Slow Dance es, para mí, una de las cumbres de su discografía. Este álbum, compuesto por dos largas piezas de 24 y 26 minutos respectivamente, es un festín de texturas y emociones. Es música que te envuelve, que te transporta, y que, como su título sugiere, te invita a sumergirte en un ritmo pausado pero lleno de vida. La primera parte, en particular, me parece absolutamente memorable. Desde la primera escucha, me atrapó con sus melodías delicadas, sus cambios de atmósfera y esa capacidad de contar una historia sin palabras. 
Es música que fluye como un río, con momentos de calma introspectiva que se transforman en pasajes de una belleza desbordante. La segunda parte no se queda atrás. Continúa el viaje con una maestría compositiva que solo alguien como Anthony Phillips puede lograr, combinando lo sinfónico con lo minimalista de una manera única.
 Slow Dance tiene una cohesión y una riqueza musical que lo convierten en una obra indispensable para quienes disfrutan de la música instrumental.
 Recientemente, me encontré con la edición Deluxe del disco Slow Dance, y debo decir que fue como redescubrir el álbum. Esta versión incluye nueve temas adicionales que complementan perfectamente las dos piezas principales. Sorprendentemente, estos nuevos temas no se sienten como material secundario; al contrario, están a la altura de la obra original, ampliando el universo sonoro de Slow Dance y dándole aún más profundidad. Es increíble pensar que una obra de esta magnitud haya pasado tan desapercibida en la música actual. 
Entiendo que el estilo de Phillips no tiene mucho que ver con el de Genesis y que su propuesta puede atraer solo a un público más reducido. Sin embargo, quienes se adentran en su música descubren un tesoro que merece ser reivindicado. 
  Slow Dance es un álbum para disfrutar con calma, sin prisas, y dejar que cada nota haga su magia. Es una experiencia que trasciende géneros y etiquetas, una obra que demuestra el talento de Anthony Phillips como compositor y su compromiso con la música como arte. Si no lo has escuchado, te invito a darle una oportunidad. Estoy seguro de que te sorprenderá tanto como a mí.



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