The Köln Concert es una grabación en directo del pianista de jazz Keith Jarrett lanzada por la discográfica ECM en 1975, cuando solo tenía veintinueve años. En este disco, grabado el 24 de enero de 1975, Jarrett tocó improvisaciones de piano solo en el "Kölner Opernhaus" en Colonia, Alemania, a pocos metros de la margen derecha del Rin.
Este álbum doble es uno de los discos de jazz más vendidos de la historia, y sin dudas el álbum de piano solo de jazz con mayores ventas de todos los tiempos, alcanzando alrededor de cuatro millones de ejemplares. Según el crítico musical Tom Hull, este álbum «cimentó su reputación como el mejor pianista de su generación».
El concierto está dividido en tres partes, cada una con una duración de 26, 34 y 7 minutos, respectivamente, aunque hay versiones actuales que presentan el concierto completo sin divisiones. Debido a que originalmente fue lanzado como un doble LP, la segunda parte fue dividida en dos segmentos nombrados como «Parte II a» y «Parte II b». La denominada «Parte II c» fue en realidad un bis aparte.
"The Köln Concert" fue aclamado por la crítica como una obra maestra que «fluye con el calor humano».
El concierto fue organizado por Vera Brandes, cuando solo tenía diecisiete años. La sesión tuvo lugar un viernes a la tardía hora de las 23:30, tras una actuación de ópera anterior. La última hora fue la única que la administración del teatro puso a disposición de Brandes para un concierto de jazz, el primero que se realizaría en la histórica Köln Opera House. El aforo se agotó, con más de 1.400 personas que pagaron entradas a partir de los cuatro marcos
Por aquellos días, Jarret se embarcó en una gira de veinticuatro conciertos. Estos recitales en solitario fueron eventos importantísimos en la música del siglo XX, sin precedentes en la historia del jazz y en toda la historia del piano. No eran interpretaciones de composiciones aprendidas de memoria ni variaciones sobre temas conocidos. Eran ejercicios de aproximadamente una hora de improvisación total: temas, estructuras, ritmo, secuencias armónicas y texturas, todo creado desde cero.
Debido a lo extenuante de la gira, Jarrett había pedido tocar en días alternos para poder descansar, pero cuando les llamaron desde Colonia y les dijeron que tenían reservada para él la Ópera de Colonia vieron una gran oportunidad, en una gran sala, con más de mil cuatrocientos asientos, por lo que decidieron ir.
Jarrett había actuado el día anterior en Zürich, Suiza y, aunque Brandes le había enviado un billete para un vuelo a Colonia reservado por la compañía discográfica, viajó seiscientos kilómetros con su productor Manfred Eicher, que condujo en su viejo Renault 4 bajo la lluvia. Llegaron a Colonia a última hora de la tarde cansados después del agotador largo viaje.
Jarrett llevaba toda la gira con intensos dolores de espalda que apenas le dejaban dormir, por lo que estaba usando un aparato ortopédico con tiradores, a modo de soporte para su columna. El pianista, destrozado, fue recibido con Eicher por un tiempo inhóspito y una jovencita sonriente. Vera Brandes llevaba organizando conciertos de jazz y giras desde los quince años, y a punto de cumplir los dieciocho años era probablemente la productora musical más joven de Europa.
El error se descubrió demasiado tarde para que el Bösendorfer correcto se entregara en el lugar a tiempo para el concierto de la noche.
Manfred y Keith, agotados, decidieron ir a ver el piano y la sala antes de echarse una siesta. Después de probar el piano y confirmar la mala calidad del mismo y que no había un instrumento de reemplazo disponible, Jarrett amagó con negarse a tocar y estuvo a punto de irse, pero Vera Brandes pudo convencerlo cuando ya se había montado en el coche rogandole que actuara de todos modos, ya que el concierto estaba programado para comenzar en unas pocas horas. Jarrett, con la ventanilla medio bajada, miró desde el coche a la joven, calada por la lluvia, y después de unos segundos de silencio, le dijo «Nunca lo olvides, solo lo hago por ti». Más tarde le dijeron a Brandes que el piano Bösendorfer Imperial estaba escondido detrás de las puertas contra incendios, por lo que el personal de la ópera no lo pudo descubrir.
. Finalmente, Jarrett decidió tocar sobre todo porque el equipo de grabación ya estaba instalado. «Cuando finalmente me llamaron para subir al escenario fue un alivio... ¡Voy a salir ahora con ese piano y a la mierda con todo lo demás!», comentó posteriormente Jarrett. Con el puño en alto, camino al escenario desde el backstage, miró a Eicher y dijo algo así como: "¡Poder!"
Jarrett se acomodó en el infame piano frente a mil cuatrocientas treinta y dos personas. Cuando sonaron las primeras cuatro notas tras el profundo silencio se oyeron algunas risas en el patio de butacas, ya que había tocado las notas del aviso sonoro de la sala, las que se utilizan para avisar del comienzo o del intermedio del espectáculo: Sol-Re-Do-Sol-La.
El propio Jarrett señaló posteriormente que, si bien no recordaba haberlo hecho conscientemente, debió tocarlas para poner a la audiencia de buen humor y ayudarse a sí mismo a superar los difíciles preliminares de ese concierto. Tras el silencio causado por ese simpático detalle, el público se entregó fascinado. Había tanta tensión en la sala que de alguna manera se descargó de golpe.
Vera, entre bambalinas y desde el momento que tocó las primeras notas, supo que aquello iba a ser muy mágico, algo extraordinario. Al final, cuando el silencio envolvió su lenta, lentísima, despedida, los emocionados aplausos rompieron el profundo trance de Jarrett.
Eicher dijo más tarde: "Probablemente Jarrett tocó como lo hizo porque no era un buen piano. Como no podía enamorarse de su sonido, encontró otra forma de aprovecharlo al máximo". En su estado casi comatoso, con las terribles batallas anteriores al concierto, el escenario debió transformarse en un refugio de todo ese estrés y esa lucha, una huida de la que surgió esa belleza hipnótica. El horrible piano le obligó a acercarse a ese concierto de otra manera, favorecer el ritmo por encima de la sonoridad. Jarrett tuvo que improvisar esa noche sobre cómo solía improvisar. Esa fue la diferencia entre un gran concierto y el concierto de su vida.
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