Bunbury y Calamaro son dos músicos con tantos puntos en común que la propia lógica dictaba que algún día se diera un trabajo así. En el pasado, ambos tendieron puentes entre los pueblos de habla hispana con Héroes del Silencio y Los Rodríguez respectivamente, bandas extintas a día de hoy que desembocaron en trayectorias solistas con las que empezaron a redefinir el rock en castellano durante la segunda mitad de los noventa. Mientras que Calamaro retomó su carrera en solitario con los magistrales 'Alta suciedad' (1997) y 'Honestidad brutal' (1999) como nuevo punto de partida para una carrera que a día de hoy sigue siendo dorada, Bunbury hizo lo propio con el supremo 'Pequeño' (1999) y toda la ristra de joyas que le han seguido hasta hoy. De hecho, cuando ambos se unen para la gira mexicana del año pasado sus carreras se encuentran en un nuevo punto álgido, conBunbury presentando en directo Palosanto (2013) y Calamaro haciendo lo mismo conBohemio (2013). Como autores e intérpretes, los dos comparten el amor por el rock en castellano, el respeto por maestros experimentados y compañeros generacionales y, cómo no, su patente devoción por la música de raíces.
Todo ello se da cita en 'Hijos del pueblo'. Están los éxitos solistas ('Estadio azteca', 'Infinito'), el recuerdo a sus antiguas bandas ('Sin documentos', 'Maldito duende'), algunas versiones adoptadas a lo largo de los años ('Apuesta por el r‘n’r', 'Aunque no sea conmigo', 'Copa rota') y el saludo a todo el rock latinoamericano con Crimen, homenaje a la figura del desaparecido Gustavo Cerati y single del disco cuyo vídeo ha sido realizado por Vicente Linares. El colofón final llega de la mano de 'Hijo del pueblo', la mítica canción de José Alfredo Jiménez que en México adquiere una solemnidad especial. Porque 'Hijos del pueblo' simboliza el hermanamiento entre Bunbury y Calamaro pero también entre España y Latinoamérica, una reivindicación contundente del eclecticismo del rock en castellano con peso y autoridad. Bunbury y Calamaro unen su canto en plena fraternidad, entrando uno en las canciones de otro, cediéndose versos, pasándose estribillos de mano a mano, creando una química especial afortunadamente capturada en vinilo color rojo y cedé para el disfrute a ambos lados del océano Atlántico, con un cuidado diseño a cargo de Álvaro P-FF que redondea el que es uno de los grandes lanzamientos discográficos del año y una de las mejores sorpresas musicales ( La Higuera )
Todo ello se da cita en 'Hijos del pueblo'. Están los éxitos solistas ('Estadio azteca', 'Infinito'), el recuerdo a sus antiguas bandas ('Sin documentos', 'Maldito duende'), algunas versiones adoptadas a lo largo de los años ('Apuesta por el r‘n’r', 'Aunque no sea conmigo', 'Copa rota') y el saludo a todo el rock latinoamericano con Crimen, homenaje a la figura del desaparecido Gustavo Cerati y single del disco cuyo vídeo ha sido realizado por Vicente Linares. El colofón final llega de la mano de 'Hijo del pueblo', la mítica canción de José Alfredo Jiménez que en México adquiere una solemnidad especial. Porque 'Hijos del pueblo' simboliza el hermanamiento entre Bunbury y Calamaro pero también entre España y Latinoamérica, una reivindicación contundente del eclecticismo del rock en castellano con peso y autoridad. Bunbury y Calamaro unen su canto en plena fraternidad, entrando uno en las canciones de otro, cediéndose versos, pasándose estribillos de mano a mano, creando una química especial afortunadamente capturada en vinilo color rojo y cedé para el disfrute a ambos lados del océano Atlántico, con un cuidado diseño a cargo de Álvaro P-FF que redondea el que es uno de los grandes lanzamientos discográficos del año y una de las mejores sorpresas musicales ( La Higuera )
Comentarios
Publicar un comentario